Termina el 2024, ya cumplo cuatro años de unirme a la causa urgente contra la violencia hacia la mujer. Este año hemos puesto un enfoque pedagógico para los 16 días de activismo que impulsa la ONU y, seguimos hablando de la No Violencia, de sus múltiples manifestaciones, del impacto que ocasiona y de las alternativas que tenemos al alcance de la mano para sacarla de nuestra vida.
En la mañana de hoy he visto en solitario la película Joy, dirigida por Ben Taylor y protagonizada por la actriz neozelandesa Thomasin McKenzie-a. Me conmovió. Quizá tuvo que ver con que sé, por experiencia, lo que es anhelar con las entrañas el milagro de concebir un hijo, los momentos de repetición frustrante por no lograrlo, y la dicha de saber que, un 26 de septiembre ya hace 18 años, ¡logré ser madre!.
Volviendo al tema de la No Violencia, creo que existe un tipo de violencia social que lacera a las mujeres, castigando su comportamiento y restringiendo su libertad para decidir sobre su cuerpo. Nos tachan de vagabundas si nos vamos de fiesta de tanto en tanto. Aborteras y pecadoras si decidimos no tener hijos. Locas e histéricas por subir el tono de la voz o reclamar derechos en público. Malparida. Esa palabra me la tiraron a la cara ya hace un año por estas fechas, y la escuché de nuevo hace poco, en una conversación entre amigos:
—malparida. Dijo un hombre cuando se refirió a la ex de su hermano, quien lo dejó por otro.
— ¿por qué?. Le pregunté dejando ver la incoherencia de su insulto considerando que él, comprometido "hasta la médula" con su pareja, no disimulaba su antojo por meterme en su cama.
— Porque sí. Me contestó
La violencia contra las mujeres se da así, sin más: “porque sí”.
El milagro de la vida es maravilloso, reconfortante e inigualable. El mejor obsequio que podemos hacer como sociedad a las mujeres es tan simple como sublime: la posibilidad de elegir sobre su cuerpo.
Fe. Me considero una mujer creyente y he sido golpeada por la indiferencia de mi madre cuando ha juzgado mi actuar como pecaminoso y amoral. No desconozco su amor por mí, así como no puedo desconocer que las radicalidades religiosas también perpetúan la violencia.
De la película me quedo con el vestuario, la fotografía y la coincidencia de que mi nacimiento fue en 1978, unos meses después del nacimiento de Louise Joy Brown, la primera persona concebida mediante fecundación in vitro. Además, me llena de satisfacción saber que ese milagro de la medicina fue gestado, apoyado y perseguido por una mujer: Jean Purdy. Creo que esta película debe ser replicada en cine foros de organizaciones sociales, casas de la cultura y escuelas, poniendo especial énfasis en la libertad que tiene cada persona para administrar su cuerpo: Habitar ese territorio primigenio con absoluta seguridad es un derecho humano fundamental.
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