Pero acaso… ¿tú quién te crees?
Esa es la sensación que me han dejado las últimas palabras de Piedad en La Mujer Incierta. Tengo que decir que cuando iba llegando a la mitad, le solté a mi hija:
—Me siento decepcionada. Mucha cita de otros escritores, muchas reflexiones, pero poco, muy poco de cotilleo, que es lo que el título de una autobiografía promete.
No me retracto. Creo que, como ella lo menciona al final: "Todo texto autobiográfico encierra un fracaso", y así es. Yo suelo engancharme a lo que leo para conectar por obra divina con otro ser humano que, siquiera, sabrá que existo. Lo más certero es que quizá no sepa de mí nada nunca, y caigo en el atrevimiento de sentirme la más cercana de los escritores que leo. Hm… ¿quién me creo? Esa familiaridad, tanta confianza, solo dan espacio a los “amigos”. Con todo y eso, a lo que vinimos, vamos.
De Piedad leí hace poco—tuve que recoger fuerzas para contener tanta emoción—Lo que no tiene nombre, que está de más decir que nos conmovió, como bien lo dejaré ver en mi próxima Carta al Aire (Podcast en Spotify).
Qué hacer con estos pedazos fue un obsequio que mi hija hizo a mi madre hace un año. Mi madre lo leyó con la lentitud que los años fuerzan y le gustó; sirvió para acompañar esos primeros meses como mujer jubilada. Yo no lo leeré por ahora, lo dejaré para dentro de unos años.
La Mujer Incierta fue un obsequio de mi ex por Navidad, de esos que suele hacernos cuando vamos a una librería:
—Escojan uno, no más.
Y ya lo leí. Me gustó. Mucho, mucho. Y la razón es obvia: Piedad me ha convencido de adentrarme en la literatura latinoamericana, que no es mi fuerte porque temo que me salpique sangre en la cara al leer. No soy de textos que sustentan la necesidad de la crudeza y la vulgaridad en las descripciones como algo necesario para plasmar lo real.
He leído muy poco de mi país y nada de Latinoamérica. Gracias a Piedad, ya tengo una lista de libros para leer: por supuesto, su poesía, pero además literatura peruana, mexicana, colombiana y argentina. Poco a poco irán llegando más; espero que la vida me dé tiempo. Mientras tanto, me deleito en la elegancia y la hermosura de las lecturas que hoy puedo hacer.
Al tratarse de una autobiografía, yo esperaba quizá más cotilleo (¡vieja chismosa!), sin embargo, me ha dejado poso porque me reconocí en muchas de sus palabras. Hubo muchas coincidencias con mi vida, como aquella descripción de su primer parto y algo que no es menor: nuestro paso por internados con adoctrinamiento religioso.
No me atreveré a dar una calificación porque, además, creo que no hace falta. Ya hay muchas reseñas que coinciden en indicar que se trata de una excelente pieza literaria. Y me quedo con la tranquilidad que me deja el esbozo muy concreto que hace Piedad acerca de su postura frente al sistema educativo global: perverso, que diluye talentos y agota posibilidades para aprender.
Como no quiero que mis anotaciones se queden archivadas en un cajón, dejaré en YouTube las 10 frases que más me impactaron y el porqué.
Gracias, Piedad, por obsequiarme como consuelo la lectura de tu escritura y evitarme las angustias de la letra ensangrentada.
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