Hola Piedad.
Ya van siendo casi tres años, pasa el tiempo. Hm... Y con el la vida nos deshace y recompone a su paso. Ya hice mi lectura de tu libro. Debo confesar que desde aquella tarde en la que lo compre para conseguir tu autógrafo en el, lo lleve a casa y lo puse en un estante para que aguardase paciente de mi fuerza de espíritu y el corazón valiente para hacerme con su lectura.
Pasaron cosas. Aquella mujer con la que compartí de forma untanto accidental creo que sigue elucubrando fantasías al cuidado de su madre, justo por estos días mi tío está batallando con la EPS para lograr la medicación de mi primo y yo hmm.., la vida me ha tirado hace poco mas de tres meses una absurda noticia acompañada de una risa descarada: soy epiléptica. Que si. Que eso soy, que estuve andando por la vida sin medicación alguna convencida de que fui víctima de un mal diagnóstico u ahora otra vez por orden de un especialista vuelvo a la medicación. Hm... Yo soy mi cabeza, soy mi cerebro. Y no dejo de pensarte enferma con un miedo que me carcome a pequeños trozos. Dicen sin mayores explicaciones que esté tranquila , que es algo controlable, que puedo tener una vida normal. Y así fue por 18 años. Una vida tan corriente como la idea de ser "saludables" nos permite. Nos damos el lujo de correr a trompicones de trasnochos, excesos, alguna que otra copa, luces azules, blancas, rutilantes y un ulular de sonidos a diferentes alturas de volumen porque esa salud de la que nos creemos absolutamente poseedores nos lo permite. Y de pronto un día una tarde cualquiera la vida nos da un giro y nos pone frente a una certeza irrefutable.
La medicina es tan tremendamente terrenal que no puede más que aliviar síntomas, atrás quedó ese empeño utópico de curar enfermedades. Yo siento miedo y quizá vergüenza, pero además me sobrepasa la rabia de saberme señalada por dedos acusadores que me exhortan a bien portarme porque ahora el dx es mi problema y soy yo la que debe controlarse, cuidarse... Solo Daniel y los que aún estamos aquí frente a la caja de la medicación sabremos la reticencia que nos produce esa fórmula médica que promete a medias mantener alguna suerte de equilibrio mientras nuestra corduda se deshace.
Unidas por un dolor, me escribiste, luego de pedirme perdón por la equivocación al firmar para mi tu libro. Hm... No hay por qué, ya somos más que un dolor, ahora estamos unidas por palabras plasmadas en la belleza de lo innombrable.
Gracias
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